Opinión

El impuesto a las transacciones financieras: las cuentas bien hechas

Por la práctica imposibilidad de generar ingresos netos, su altísimo coste de implementación, las desventajas competitivas que se generarían y el perjuicio directo a los inversores, el autor entiende que implantar este impuesto sería un grave error o lo que coloquialmente se conoce como “hacer un pan como unas tortas”
[20/02/2015]

Manuel Andrade.  BME                                                                                                                             

(*) Este artículo ha sido también publicado el El Espectador Incorrecto, que se vende conjuntamente con Actualidad Económica

 

A la hora de escribir estas líneas aún no hay acuerdo de los once países que forman el grupo de “cooperación mejorada” de la Unión Europea para la puesta en marcha de un impuesto armonizado a las transacciones financieras en la Unión Europea.  Pero sea cual sea el acuerdo final el fracaso de la iniciativa queda al descubierto en la propia propuesta anunciada por la Comisión Europea en 2011. No hay alquimia que genere ingresos fiscales netos con una caída del PIB y que recaude en España 640 millones con una tasa al 0,1%.

La propuesta consistía en que se recaudarían 55.000 mil millones de euros gravando con un 0,1% todas las  transacciones en renta fija, acciones, préstamo de valores y repos, y con un 0,01% todas las transacciones en derivados. Hasta aquí Excel hizo su trabajo correctamente. Igualmente se anunció por parte de la Comisión Europea, que dicha recaudación tendría como impacto una disminución del 20% en los volúmenes de contratación de acciones y de un 90% en los derivados, especialmente en el segmento de contratación de alta frecuencia.

Efectivamente, se conseguiría paulatinamente la huida de los inversores. El que invierta 10.000 euros en Telefónica pagará una tasa de 10 euros, aproximadamente el doble de lo incurrido en comisiones y corretajes. Si se aplica el 0,01% a un Futuro de IBEX a un nivel de 10.500 puntos, la tasa tiene un importe de 10,5 euros por contrato, tanto al entrar como al salir, más comisiones. Un miembro de mercado actuando por cuenta propia con comisión de 0,5 euros pagará en tasas más de 21 veces su importe.

 

Hacer un pan como unas tortas[1]

La pregunta es obvia: ¿Cómo es posible incrementar los ingresos fiscales si al mismo tiempo ya se anuncia que la base imponible disminuiría un 20% y un 90% respectivamente? No hay secreto en la respuesta más allá que lo primero que viene a la mente es que con semejante predicción es seguro el impacto en la estructura y funcionamiento de los mercados con repercusión directa  en el empleo de la industria financiera. Pues bien, el resultado es que no habrá ingresos netos porque, si bien es cierto que se podrían recaudar 55.000 millones con esa tasa, al mismo tiempo habría una merma de ingresos en otros impuestos por un importe mayor. Esto se confirma con la propia propuesta de la Comisión Europea, tomando como fuente el literal de lo que proyecta en su documento de análisis del impacto de la tasa: Con una tasa del 0,1% el modelo muestra una caída del PIB del 1,76% a largo plazo. Hay que hacer notar que esta gran caída está relacionada con el hecho de la tasa se aplica de manera acumulada y en cascada lo que conduce a grandes impactos económicas en el modelo” (Volumen 1, Summary, página 50).

La proyección de ingresos que hace la Comisión Europea es la siguiente: “Con la premisa de que todas las inversiones se financian a través de acciones y bonos que se gravan al 0,1%, la simulación conduce a una caída del PIB del 1,76% a largo plazo, generando unos ingresos anuales de menos del 0,1% del PIB” (Volumen 1, Sum­mary, página 33).

Estimando de manera razonable un tipo impositivo marginal del 40 al 50% sobre cualquier incremento del PIB para el conjunto de los países de la Unión, es decir los gobiernos ingresan por varios impuestos ese porcentaje por cualquier incremento del PIB, si se proyecta una disminución del 1,76% del PIB, esto resultaría a su vez en una caída de los ingresos fiscales entre un 0,7% y un 0,9%. Por tanto, mientras la tasa recaudaría el 0,1% del PIB, al mismo tiempo habría una caída entre el 0,7% al 0,9% en otros impuestos. Resumiendo, es muy difícil asumir que la propuesta conduciría a un incremento de los ingresos fiscales en toda la Unión Europea.

Es relativamente fácil proyectar ingresos de 55.000 millones, especialmente cuando se enarbola la gran bandera de que el sector financiero tiene que pagar los daños causados por la crisis. No es nada agradecido explicar cómo se perderían esos ingresos. Más bien la intención era que la gran maquinaria de Bruselas no dependiera para sus presupuestos de las dotaciones de los países miembros. La propuesta consistía en que dos tercios se quedaran en Bruselas y un tercio iría a los países participantes aunque nunca se detalló cómo sería el reparto, en especial para los países muy pequeños de la Unión que apenas tienen capacidad recaudatoria en los mercados de capitales por cualquier concepto. No se ha conseguido. Además la toma de posición es exactamente la opuesta. Dos países del grupo de los once que han introducido la tasa, Francia e Italia, no están dispuestos a repartir sus ingresos. Y no solo eso, la armonización fiscal no se conseguirá porque en la reunión del ECOFIN de mayo pasado los once acordaron que aquellos países que habían puesto en marcha la tasa  podían seguir manteniéndola.  

 

Falta de apoyos y enfriamiento de expectativas

El fracaso de la propuesta fue consumándose cuando la mayoría de países de la Unión no secundaron la iniciativa de la Comisión. Diecisiete países decidieron no sumarse y algunos expresaron su desacuerdo, en algunos casos, como Reino Unido, con mucha contundencia y en otros, como Suecia, por su desastrosa experiencia con la tasa (la mitad de la contratación de acciones se desplazó a Londres, los volúmenes de contratación de bonos bajaron un 85% aunque la tasa era  “solo” del 0,03%, el volumen de los futuros se redujo un 98% y el mercado de opciones prácticamente desapareció).

¿Significaba eso que los once países restantes apoyaban la iniciativa? En absoluto. Un total de nueve países se vio en la imperiosa necesidad de apoyar a Alemania y Francia, entre otras razones, algunos de ellos para obtener asistencia financiera. Irlanda no apoyó la iniciativa para que la tasa no ahuyentase la próspera industria financiera establecida en el país. Además a nadie se le escapa que algunos de esos nueve países también les venían bien generar ingresos para sus arcas con la excusa de una tasa que “viene impuesta por Bruselas”.

No transcurrió mucho tiempo para que los once países pusieran de manifiesto, con timidez al principio y luego de manera unánime, que la tasa no se podría aplicar a todos los activos  ni aplicarla en cascada. La renta fija fue descartada de la lista porque ninguno de los once países podía poner en peligro el mercado secundario de su Deuda Pública, lo cual se extendió a la Renta Fija Privada por iguales motivos y por derivación lógica al mercado de repos y todo el gran mercado de derivados de renta fija. Los indicadores económicos ya adelantaban lo que se avecinaba y los once, incluido Alemania, decidieron que era mejor no hacer experimentos. Solo queda por decidir sobre la Renta Variable y sus Derivados. El ejercicio de bajar la recaudación de 55.000 a sólo 4.600 millones está resultando muy difícil.

En primer lugar ya se ha aceptado por los once países que los ingresos no serán siquiera 4.600 millones. Dicha cifra tenía como base gravar todas y cada una de las transacciones en Renta Variable al 0,1%. En la puesta en marcha de sus propias tasas, tanto Francia como Italia decidieron gravar únicamente las compras netas a fin de día, es decir si en el día se compran 100 acciones de la compañía AAA y antes de que acabe la sesión se venden, no se aplicaría la tasa. Este criterio, adoptado paradójicamente para no dañar la contratación de alta frecuencia y el trading intradía, rebaja aún más la recaudación a unos 1.600 millones si todos los países aplicaran el 0,1%, extrapolando los volúmenes contratados y su recaudación por parte de Francia e Italia (Francia aplica el 0,2%).

Austria cuestiona abiertamente la puesta en marcha de la tasa. Una rebaja del 97% en el objetivo de recaudación no compensa el coste de ponerla en marcha. Un reciente informe de Ernst and Young elaborado por encargo de la Comisión Europea no deja lugar a dudas. La tarea monumental de poner en marcha una tasa armonizada en el conjunto de los once países no tiene precedentes en la historia y las aproximaciones que se puedan hacer hay que adoptarlas con todas las reservas (FTT – Collection methods and data requirements, EY octubre 2014).

 

Experiencias locales fallidas

En segundo lugar, las discusiones sobre la inclusión o no de los derivados de acciones e índices, arroja mucha luz sobre lo que está verdaderamente en juego. Las tres experiencias conocidas no ofrecen dudas. Reino Unido y Francia no gravan deliberadamente los derivados sobre acciones e índices. En ambos casos tiene su razón de ser. Proteger la gran industria financiera de ambos países. Reino Unido, tiene como arma competitiva una industria de derivados que puede replicar no solo la exposición a las acciones domésticas sino a la de todos los países del mundo. Francia, país del grupo de los once, se muestra contundente en su postura de no gravar los derivados. En términos competitivos Francia no grava los derivados porque de hacerlo habría un desplazamiento de exposición a acciones francesas a través de derivados emitidos por entidades con domicilio en el Reino Unido con enorme perjuicio para la potente industria francesa de derivados. Además, en ambos países están exentos de la tasa los intermediarios y creadores que dan contrapartida en acciones a los inversores finales que son los que terminan pagando la tasa. En Italia se gravan los derivados pero sobre una base muy pequeña lo que ha causado un desplazamiento del contado hacia los derivados. De nuevo los intermediarios que dan contrapartida están exentos.

La autoridad fiscal francesa ha declarado que los ingresos generados han sido menores de lo esperado. El gobierno francés  había presupuestado 1.600 millones de ingresos para el año 2013. El resultado final fueron 690 millones, que se consiguieron gravando el 0,2% a las compras netas a fin de día. Para el año 2014 se espera 702 millones de ingresos (el 0,03% del PIB). La tasa es soportada principalmente por contribuyentes no franceses. Con todo, no se ha conseguido recaudar la tasa en aquellas jurisdicciones en las que no se tiene competencia para auditar y cobrar.

Hay tres datos reveladores en la experiencia francesa. En primer lugar, conjuntamente a la tasa citada Francia creó dos tasas adicionales  Una aplicable al trading de alta frecuencia y otra a los credit default swaps. Pues bien, en el año 2012 los ingresos por el primer concepto fueron cero y por el segundo se obtuvo un  millón. En segundo lugar solo se han gravado el 13% de las transacciones. El resto han quedado exentas. Por último, el año pasado el gobierno francés rechazó una propuesta que proponía gravar todas y cada una de las transacciones tal y como se presentó por parte de la Comisión Europea.

En Italia, de acuerdo a las cifras suministradas en octubre de 2013 por parte del Ministro de Finanzas, los ingresos alcanzados en el periodo de siete meses de marzo a septiembre 2013 son de 159 millones (272 millones anualizados) para acciones, trading de alta frecuencia y derivados (solo septiembre). Esta cifra, el 0,01% del PIB, está bastante por debajo de los 1.000 millones anuales presupuestados. En Italia se gravan los derivados pero la base del gravamen es el 20% del nominal de los futuros y se gravan las primas en opciones. El esquema italiano es extremadamente complejo.

 

Presupuestos engañosos

Finalmente, en España en mayo de este año se presentaron las proyecciones presupuestarias de ingresos públicos hasta el año 2017. En dicha presentación se proyectaron unos ingresos de 640 millones de euros para el 2015 en concepto de “Otros (tasas e Impuesto Transacciones Financieras)”. Esta cifra corresponde a la estimación para España realizada por la propia Comisión Europea el 28 de octubre de 2011, en el entendimiento de que España podría recaudar el 14,05% sobre 4.600 millones correspondientes a los once países. No muchos días después a la presentación el grupo de los once manifestó su imposibilidad de llegar a un acuerdo para poner en marcha la tasa en el año 2015 e igualmente se comprometió a alcanzar un acuerdo antes de que acabe el 2014. Como consecuencia de esta decisión no hubo más remedio que desplazar los 640 millones una celda a la derecha correspondiente ya al año 2016. Sin embargo esta cifra tampoco es alcanzable.

Las proyecciones de la Comisión Europea se realizaron sobre la base de que todas y cada una de las transacciones estaban sujetas al 0,1%. La puesta en marcha de la tasa en Francia e Italia gravando únicamente las compras netas a fin de día rebajaron sustancialmente las proyecciones estimadas. Con los ingresos alcanzados en Francia (690 millones con el 0,2%) y en Italia (272 millones con el 0,1%) y teniendo presente que los porcentajes para cada país eran el 14,05% para España, 21,66% para Francia y 18,92% para Italia, podemos concluir que la banda de recaudación para los once países está entre 1.440 y 1.600 millones. En consecuencia la estimación de recaudación para España estaría entre 202 y 225 millones, un tercio de la proyección presupuestaria, un 0,02% del PIB lo cual está en línea con las experiencias contrastadas de Francia e Italia.

Salvo error u omisión las cuentas están bien hechas. La imposibilidad de generar ingresos netos, el altísimo coste de su puesta en marcha, las desventajas competitivas que se generarían y el perjuicio directo a los inversores obligan a pensar que no merece la pena arriesgarse.

 

Información complementaria:



[1] Según la Real Academia de la Lengua española (RAE) se trata de un localismo coloquial que significa “hacer algo con gran desacierto o mal resultado”.

 

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