El 1 de mayo el Mercado Alternativo de renta Fija (MARF) de BME registró la incorporación de un nuevo Programa de Bonos de una compañía de Energía y Medioambiente por un volumen máximo de 80 millones de euros. Se trata del séptimo programa de “Project Bonds” registrado en el MARF, uno de los segmentos más dinámicos del mercado que suma ya 524 millones de euros emitidos.
Según la empresa emisora, el programa de bonos formaba parte de una inversión total de 191 millones de euros destinada a la construcción de la que será la principal planta de tratamiento y reciclaje de residuos y producción de electricidad, waste to energy, de Guipúzcoa, y cuya construcción se financiará mediante una combinación de emisiones de bonos y préstamos, una fórmula novedosa para la financiación de nuevas infraestructuras Greenfield (las que parten desde cero). Se trata pues de un tipo bonos que, aunque en este caso no alcancen la acreditación oficial de "verdes", se pueden asimilar a esta categoría sólo por el objeto al que sirven: "para financiar proyectos de energías alternativas, eficiencia medioambiental, transporte limpio, gestión de residuos y adaptación al cambio climático", según parte de la definición más conocida de bono "verde". Porque para que los bonos sean catalogados "oficialmente" como "verdes" no solo se necesita certificar los usos de los fondos del o de los proyectos que financian sino que, además, hay que verificar y auditar esos proyectos para constatar que los fondos van para los mismos y que estos cumplen las características de “verdes”[1] (con fecha 7 de julio de 2017 el mercado AIAF de BME ha admitido una emisión de "bonos verdes" de la compañía ADIF-Alta Velocidad por importe de 600 millones de euros).
Pero los “bonos verdes” son, si se quiere, solo la expresión financiera actual más reconocible de una filosofía que está impregnado la mayoría de las actividades humanas en la actualidad y, en especial, los comportamientos, procedimientos y objetivos determinados en el ámbito de la economía y los negocios. Los “bonos verdes” son un activo financiero asociado a criterios de financiación e inversión sostenibles. Responden a estrategias que respetan criterios medioambientales, sociales y de gobernanza (criterios ESG) que contribuyen al respeto y al bienestar social más allá de perseguir, además, otros objetivos económicos o de otro tipo compatibles. Aplicado al mundo de la empresa, el respeto a los criterios mencionados (que cumplen los “bonos verdes”) es la evolución natural y creciente de lo que a comienzos de siglo se dio en llamar Responsabilidad Social Corporativa (RSC) en el ejercicio de la gestión de los negocios. Las empresas cotizadas fueron las primeras obligadas a cumplir con la exigencia de elaborar y hacer público un informe anual sobre RSC.
En España algunas de las más emblemáticas empresas cotizadas como Iberdrola (cod:IBE) o Acciona (cod:ANA) son las más activas en la emisión de “bonos verdes”. De hecho, Iberdrola ha sido en 2016 la empresa más activa del mundo en este terreno con 3 emisiones por valor cercano a los 2.500 millones de euros.
No obstante España aún anda rezagada en este capítulo. Según informes recientes de reputados organismos o agencias internacionales (ver Blog economía de El País 14/3/2017) la emisión mundial de “bonos verdes” alcanzó entre 80.000 y 90.000 millones de dólares en 2016, una cifra que equivale a algo más del 50% de todo lo emitido en esta tipología de activos de renta fija entre 2007 y 2015. El sector privado es responsable del 80% de las emisiones y el fuerte y acelerado crecimiento experimentado en este terreno obedece al interés mostrado por todos los actores de los mercados financieros (emisores, inversores institucionales, gestores de carteras,…) en activos de este tipo.
Sostenibilidad: un adjetivo que impregna todo el mundo de la inversión
Una reciente encuesta realizada por BNP Paribas Securities Services y titulada “Great expectations for ESG. What´s next for asset owners and managers?”, señala que los gestores y propietarios de fondos están asignando partidas de inversión a productos que respeten criterios ESG en los próximos años. Es más, aunque los encuestados reconocen que aún es difícil cumplir escrupulosamente con algunos de los criterios requeridos, ellos mismos, como empresa de servicios de inversión, están empezando a aplicar esos criterios ESG en sus estrategias de negocio. Una mayoría de encuestados dicen tener intención de tener materializado más del 50% de sus fondos en inversiones socialmente responsables en un plazo de dos o tres años.
Por tanto los “bonos verdes”, como ya hemos comentado, aunque fácilmente reconocibles y asociados a proyectos sostenibles, no son más que una parte pequeña de un proceso de enorme envergadura. Más allá de los datos citados en los párrafos precedentes y en los recuadros de apoyo que jalonan este artículo, todos ellos sin duda relevantes, de lo que caben pocas dudas es de que en los próximos años los criterios de sostenibilidad multifactorial (medioambiente, gobernanza,…) van a determinar aún más que hoy un importante monto de las inversiones que se realicen en todo el mundo[2]. En tal caso, las Bolsas y los mercados de valores en general deben de estar preparados para absorber esos flujos de oferta y demanda y ser capaces de canalizarlos de manera eficiente. Al mismo tiempo las propias Bolsas, muchas de ellas cotizadas como BME, deben velar por un funcionamiento interno respetuoso con los criterios ESG así como favorecer actitudes, productos y condiciones de negociación que favorezcan el respeto a aspectos ESG.
Tan importante es, de hecho, el concepto de sostenibilidad en todos los órdenes que la Comisión Europea lo ha incluido en su revisión de avance del Plan de Acción para la Unión de los Mercados de Capitales (CMU)[3]. Según los expertos de la CE el proceso de integración financiera europeo será tanto más sostenible cuanto más diversificadas estén las fuentes de financiación. Por esta razón llama a todos los agentes económicos e instituciones implicadas a impulsar la diversificación geográfica, del canal (más mercado y menos banca) y cualitativa propugnando un peso mayor del capital (equity) frente al peso de la deuda en la estructura de financiación empresarial.
Así mismo, el capítulo tres de la revisión de medio plazo del Plan de Acción de la CMU (de los seis que contiene) está dedicado expresamente a la “promoción de la inversión de largo plazo, en proyectos sostenibles y de infraestructuras”.
El nexo entre finanzas y sostenibilidad: un fenómeno de gran envergadura
Es un panorama que no sólo dibujan los datos y observaciones de empresas de consultoría y entidades financieras internacionales. Informes y trabajos más recientes publicados en nuestro país también:
“La transición a una economía sostenible ha despertado el interés de los inversores que ven una oportunidad para crear nuevos productos y servicios. El informe de la Comisión de Comercio y Desarrollo Sustentable apunta que los modelos de negocios sostenibles pueden abrir oportunidades por 12 BUSD hasta el 2030 y reparar el sistema económico.
Los agentes del sector financiero juegan un papel importante dentro de esta transición. Su práctica debe prepararse para que la transición sea lo más fluida y ordenada posible, evitando la desestabilización del sistema financiero internacional. El sector tiene la responsabilidad de operar de manera sostenible, así como de favorecer la aparición y desarrollo de nuevos productos, servicios y proyectos, que fomenten inversiones sostenibles hacia activos medioambientales y sociales. Las inversiones que se realicen hoy, determinarán cómo el ser humano responderá ante los grandes problemas de sostenibilidad a los que se enfrenta la humanidad, como el cambio climático.
El nexo entre finanzas, sostenibilidad y energía acaba de comenzar a dar sus pasos. Para orientarse su camino se han desarrollado una serie de mecanismos, que están integrando las políticas de sostenibilidad en el sector financiero (…)”
Estas afirmaciones se recogen en un reciente estudio publicado el pasado 24 de abril por el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE). El trabajo se titula “El nexo entre finanzas, sostenibilidad y energía”. Está disponible en http://bit.ly/2prIEBo y su autoría corresponde a Miguel Chamochín[4] ( @Miguelchamochin ), un especialista en la materia con años de trayectoria profesional en temas de infraestructuras, sostenibilidad y economía.
El concepto de sostenibilidad impregna hoy todas las actividades en las sociedades modernas. Como tal el futuro de las inversiones y las actividades económicas de las empresas está siendo ya fuertemente contagiado por los condicionantes y exigencias que impone. Cumplir o no con los criterios que marca la sostenibilidad se ha convertido ya en un indicador que permite jerarquizar y seleccionar inversiones. Empresas y mercados ya están siendo sometidos al escrutinio público de los inversores (que a su vez también lo están) en función de la mayor o menor responsabilidad social que demuestren en el ejercicio de sus actividades. Gobiernos y reguladores, conscientes de la importancia de la cuestión, se han puesto a la cabeza de la ordenación y la exigencia del cumplimiento de determinados requisitos de actuación así como, en muchos casos, la definición y promoción del marco de actuaciones necesarias y la financiación correspondiente (ver First for Sustainability, web del Banco Mundial promovida desde su área de International Finance Corporation).
Todo el complejo entramado de demandas y objetivos de sostenibilidad mundial que ya está en marcha con planes que, no en pocas ocasiones, se extienden hasta más allá del año 2030 queda perfectamente delimitado por Miguel Chamochín en los trabajos que hemos mencionado previamente. El estudio analiza los distintos mecanismos que están facilitando la integración de las políticas de sostenibilidad en el sector financiero impulsadas por la hoja de ruta del Acuerdo de Paris sobre el cambio climático, y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. El G20 y UNEP FI están impulsado el nexo entre finanzas, sostenibilidad y energía en distintas iniciativas que se cubren en el estudio (p.ej. TCFD, GFSG, CFSG, PRI, PSI, SSE, PIF). El análisis destaca la importancia de otras iniciativas relativas a los bonos verdes y climáticos, la banca sostenible, las normas, reporting, índices, metodologías y asociaciones de sostenibilidad.
Un proceso global a varios niveles con las Bolsas afinando su papel
Por tanto a día de hoy el concepto de sostenibilidad, de desarrollo sostenible a todos los niveles, se ha convertido en un cuerpo de conocimiento propio repleto de acciones, estudios, informes e iniciativas mundiales. A escala global las líneas de futuro vienen definidas a la par por la Agenda 2030 (adoptada por Naciones Unidas con los ODS u Objetivos de Desarrollo Sostenible) y el Acuerdo de París (COP 21) para combatir el cambio climático Estos dos compromisos son interdependientes y vertebran la mayoría de las acciones a llevar a cabo en las próximas décadas con un eje transversal común que es el ámbito relacionado con cuestiones energéticas.
Es en el reconocimiento de este marco de actuaciones dónde surge otra reflexión que parece inapelable: los fondos públicos no tienen los recursos necesarios para cubrir las necesidades de financiación que impone la Agenda 2030. Existe una brecha importante de financiación en esta tarea de garantizar la sostenibilidad de nuestro planeta. Impera el consenso global de que gran parte de las inversiones deben provenir de la movilización del capital privado. Un panorama donde los mercados de valores (las Bolsas) están llamados a jugar un papel relevante desde diferentes ángulos, actividades e iniciativas.
En BME se adquirió consciencia de esta realidad ya hace algunos años sin poder prever, como es lógico, que ganaría tanto peso como para configurar la propia disciplina de conocimiento y negocios en la que se ha convertido hoy la RSC en todas sus variantes.
El índice de sostenibilidad de la familia IBEX: camino de los 10 años
El 9 de abril de 2008 se lanzó el FTSE4Good IBEX, un índice bursátil con base 5.000 puntos el 31 de diciembre de 2002. Se calcula en euros y en tiempo real. El índice está diseñado para la creación de productos derivados, fondos referenciados y ETFs. Además, la liquidez de los valores se analiza para asegurar la replicabilidad del índice.
En lo que va de año el FTSE4Good IBEX se revaloriza cerca de un 15-20%. Desde los mínimos de la crisis ya ha recuperado alrededor de un 100%.
El índice se compone de valores pertenecientes al índice IBEX 35® de BME y al índice FTSE Spain All Cap, que cumplen con los criterios de buena práctica en responsabilidad social corporativa (RSC). Estas compañías trabajan por la sostenibilidad medioambiental, el desarrollo de relaciones positivas con los grupos de interés de la compañía y el apoyo y preservación de los derechos humanos universales.
Los criterios de inclusión FTSE4Good representan los estándares generalmente aceptados de buenas prácticas en responsabilidad social corporativa, según evolucionan. Los criterios FTSE4Good se desarrollan a partir de un extenso proceso de consulta con el mercado. Una amplia gama de grupos de interés contribuyen a definir los criterios de admisión, entre ellos ONGs, organismos gubernamentales, consultores, académicos, la comunidad inversora y el sector empresarial.
El FTSE4Good IBEX tiene unos criterios de inclusión respecto de la responsabilidad corporativa que son totalmente transparentes y de dominio público.
Por tanto, el índice es una herramienta que, entre otras cosas, permite a los inversores responsables identificar e invertir en aquellas compañías que cumplen con los estándares globales de responsabilidad corporativa. Además, proporciona a los gestores de activos un indicador de inversión socialmente responsable (IRS) y una herramienta para el desarrollo de productos IRS. Simultáneamente, puede usarse como solución para los gestores de fondos de pensiones públicas, a los que ahora la ley en España les exige que inviertan un 10% de los fondos de pensiones públicas en IRS.
Parte de los fondos obtenidos de licencias de uso FTSE4Good son destinados a UNICEF para ayudar a niños de todo el mundo.
Un camino proclive a la innovación financiera en todo el mundo
A juzgar por la extensión y profundidad de los programas y acciones de sostenibilidad puestos en marcha en todo el mundo (y como bien se acredita en el trabajo de Chamochín, antes comentado) parece claro que todas las empresas[5] e instituciones deberán contar con unidades que dispongan criterios de inversión responsables. Esta realidad implica que existe una posibilidad cierta de que se desarrollen nuevos índices y productos financieros que se negocien e incluyan activos que cumplan determinados criterios socialmente responsables. En esa presumible dinámica, que ya está en marcha, las Bolsas y los mercados de valores juegan un rol relevante y muy interesante desde el punto de vista de la ampliación de los servicios y productos que ofrecen a la comunidad inversora.
Como ya hemos dicho los bonos verdes son sólo un tipo de mecanismo financiero que permite habilitar recursos destinados a inversiones sostenibles. Su estandarización para hacerlos productos negociables en mercados de valores de todo el mundo viene promovida por los Principios relativos a los Bonos Verdes (GBP) y la Iniciativa de los Bonos Climáticos (CBI). Pero esta estandarización ya está abarcando proyectos muy diferentes con objetivos sociales y medioambientales, así como otras clases de vehículos financieros como préstamos y yieldcos.
La inclusión de valores verdes en las Bolsas impulsa nuevas posibilidades de canalizar las inversiones, financiar la deuda y abre la puerta a nuevos modelos de negocios sostenibles en la escena nacional y regional. Son aconsejables políticas encaminadas facilitar la captación de financiación en los mercados, simplificando los procesos de emisión, y proporcionando bonificaciones fiscales en los retornos de inversiones sostenibles.
Compromisos explícitos de BME con la promoción de actuaciones sostenibles
En julio de 2016 desde esta misma web publicamos una noticia hablando sobre las Bolsas y la sostenibilidad como compromiso de futuro. En el documento dábamos cuenta de los resultados del segundo informe anual sobre sostenibilidad presentado por la Federación Mundial de Bolsas (WFE)[6] y las Cámaras de Contrapartida Central (CCPs). Más del 90% de los 200 miembros de dichas asociaciones (mayoritariamente Bolsas) tenían ya implementadas en 2015 iniciativas de sostenibilidad o un programa ESG (Environment, Social and Governance). La mayor parte de estos programas se centraban en temas educativos para emisores o inversores, pero también incluían productos como los “bonos verdes”. Prácticamente todos los miembros participantes en el Informe respondieron que proyectaban gestionar la sostenibilidad a largo plazo de sus compañías cotizadas. Además, un número creciente de empresas (el 50% en 2015 en comparación con el 30% en 2014) estaban implementando ESG disclosures en su marco de reporting.
El grupo de trabajo sobre sostenibilidad de la WFE se creó en 2014, principalmente para funcionar como órgano de consulta y de investigación en este ámbito. Desde su creación ha publicado un documento guía de recomendaciones en ESG, en el que se incluyen 33 indicadores de desempeño ESG a tener en cuenta por las Bolsas en relación a la información sobre sostenibilidad de sus propios mercados.
Bolsas y Mercados Españoles (BME) se incorporó en el año 2015 a la iniciativa Sustainable Stock Exchanges (SSE) que tiene como objetivo apoyar la concienciación sobre el buen gobierno, la responsabilidad social y la sostenibilidad. Esta iniciativa, promovida por las Naciones Unidas, ofrece una plataforma de aprendizaje para explorar cómo los mercados de valores, junto con inversores, reguladores y empresas cotizadas pueden fomentar inversiones sostenibles y mejorar la transparencia de las empresas.
Cómo Bolsa miembro de la iniciativa SSE y en el marco de este compromiso, BME promovió la publicación de una guía voluntaria sobre sostenibilidad para empresas cotizadas para fomentar las políticas RSC que se hizo pública a finales de 2016.
Responsabilidades compartidas
Los distintos agentes del sector financiero juegan un papel importante dentro de esta transición hacia un sistema dónde conceptos como rentabilidad, eficiencia o productividad deben de ser compatibles con el de sostenibilidad. Ese proceso hacia una economía más descarbonizada, sostenible y generadora de valor requerirá de transparencia e inversiones importantes para cumplir con los objetivos pactados ante la sociedad y los accionistas en cada compañía. Desde este punto de vista las inversiones que se realicen ahora determinan, entre otras cosas, cómo el ser humano responderá en el futuro ante el cambio climático. Esto es especialmente importante en las áreas de infraestructura y generación eléctrica, donde los activos tienen una vida de varias décadas.
Los importes que hoy se manejan en términos de inversiones necesarias para facilitar la transición a un modelo de crecimiento mundial sostenible son, sin duda, muy elevados. Son cifras que exigen preparar el mercado, dentro de cada área de actuación, para que dicha transición sea lo más fluida y ordenada posible, evitando el estallido de burbujas que desestabilicen el sistema financiero internacional.
En este contexto se abren múltiples desafíos y oportunidades de nuevos negocios para la industria de valores. Un escenario renovado donde gobiernos y reguladores juegan el papel más determinante facilitando que las inversiones se materialicen en condiciones intachables de seguridad jurídica e igualdad para todos los participantes. La regulación debe adaptarse para conjugar adecuadamente las necesarias obligaciones de transparencia con respeto a las reglas lícitas de discreción que caracterizan la competencia en los negocios. Además las normas deben ser lo suficientemente flexibles para permitir que empresas de tamaños y sectores muy diferentes puedan incorporarse a las prácticas socialmente responsables sin que ello impida atender el funcionamiento normal de los negocios. Y por último, dentro de este entramado las propias Bolsas tienen la responsabilidad de operar de manera sostenible, así como de favorecer la aparición y desarrollo de nuevos productos, servicios y proyectos, que fomenten inversiones sostenibles hacia activos medioambientales y sociales, con promesas de retorno adecuadas.